EN DIRECTO DESDE EL MWC25 DE BARCELONA: Según un experto en lucha contra la desinformación, las normativas que regulan las plataformas de contenido deben elaborarse de manera que animen a los proveedores a implicarse más en la lucha contra la desinformación en Internet.

En el marco de una presentación sobre teorías conspirativas y distribución de contenidos nocivos en Internet, Ross Frenett, fundador y consejero delegado de la firma de desarrollo Moonshot, ha afirmado que se necesitan regulaciones sensatas y bien orientadas.

Según Frenett, “no hay duda de que las empresas de este tipo tienen que estar reguladas, igual que las demás. A veces se oye el argumento de que ‘si hiciéramos esto, nuestro modelo de negocio no sería viable’. Pues bien, es que su modelo de negocio no es viable”.

“Si fabricáramos coches, o medicamentos, y dijéramos: ‘Estas pruebas de seguridad nos llevan a la quiebra’, no nos quedaría más remedio que quebrar.”

Con todo, el directivo considera que los empleados de las grandes firmas tecnológicas pueden ser “más creativos que los gobiernos en la resolución de los problemas de este tipo” y cree que se necesitan normativas “inteligentes y destinadas específicamente a transformar los incentivos de las empresas, a fin de garantizar que estas se involucren de buena fe”.

Poder para el bien

Aunque señala que las regulaciones son necesarias, reconoce que las grandes plataformas de redes sociales también pueden tener un papel positivo.

Del mismo modo que agentes maliciosos se sirven de las plataformas para “arrastrar a los demás a su órbita”, también se puede “hacer exactamente lo mismo” para transmitir mensajes positivos.

“Debemos pensar en cómo funcionan las plataformas y en cómo usarlas en nuestro beneficio”.

Una manera de dar ventaja a los mensajes positivos sobre los malintencionados es buscar que “la población esté vacunada contra la desinformación, en vez de tratar de contrarrestarla a posteriori”.

El directivo subraya la necesidad de desmentir las falsedades y afirma que es necesario que las autoridades y las empresas tecnológicas colaboren en dicha tarea.

Así, por ejemplo, mediante campañas educativas para los “recién llegados al ámbito digital”, que pueden ser desde “un niño de 12 años que adquiere su primer smartphone” hasta “una persona de 60 años en el África subsahariana, o cualquier otro caso intermedio”.