El gobierno estadounidense parece confiar en que la aplicación de medidas draconianas en nombre de la seguridad nacional, que limitan las posibilidades de China para acceder a chips avanzados y otras tecnologías afines, servirá para ralentizar o incluso detener el desarrollo industrial a largo plazo de este último país.

Según han demostrado los acontecimientos más recientes, dicha estrategia tiene consecuencias directas sobre el comercio, las empresas tecnológicas y los aliados del país asiático, y sin duda alguna alimenta la determinación de este por lograr la autosuficiencia en materia de chips.

Al igual que otros países amenazados con nuevos aranceles por Donald Trump, presidente entrante de Estados Unidos, China ha asegurado que adoptará medidas de respuesta. La República Popular no se quedará de brazos cruzados mientras Washington refuerza los controles sobre la exportación y le impide aprovisionarse de componentes cruciales.

Así, durante los últimos días, un regulador bursátil chino ha abierto una investigación a Nvidia por presunta violación de las leyes antimonopolio.

Del mismo modo, el Ministerio de Comercio chino prohibió hace poco exportar a Estados Unidos de minerales estratégicos como el galio, el germanio y el antimonio, que no sólo tienen aplicaciones industriales, sino también militares.

Poco después, cuatro importantes asociaciones industriales chinas afirmaron que los chips estadounidenses no son seguros ni fiables, y animaron a sus miembros a abastecerse en el país, tras airear sus quejas por las nuevas restricciones.

Si bien los analistas insisten en que la acusación no es cierta, podemos considerarla un exponente de las medidas que China está dispuesta a aplicar a fin de prescindir de las tecnologías occidentales. Si sus empresas no pueden acceder a los chips más sofisticados, hallarán proveedores alternativos.

La inclusión de 136 firmas chinas en la lista de entidades vetadas por Estados Unidos es la tercera medida adoptada por el Departamento de Comercio del país en otros tantos años a fin de restringir el acceso de las empresas de la China continental a la tecnología de chips.

Estados Unidos ha incorporado centenares de firmas chinas a la lista, junto con varias otras de Japón, Corea del Sur y Singapur, con el objeto de subsanar las lagunas jurídicas que permiten a las empresas chinas importar productos restringidos desde dichos países.

Richard Windsor, fundador del blog tecnológico Radio Free Mobile, ha escrito que diversas firmas (entre ellas varias estadounidenses) habían producido equipamiento fuera del territorio de Estados Unidos para evitar las restricciones anteriores. El analista señala que las nuevas normas hacen que le resulte más difícil a China obtener equipamiento para la fabricación de chips de 20 nm, o menos.

La Asociación de la Industria de Semiconductores de China arguye que las medidas más recientes “socavan una vez más el anterior consenso en torno a la equidad, razonabilidad y no discriminación” en la industria mundial de semiconductores, así como el comercio justo que defiende la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Alarmismo

Estados Unidos ha aplicado medidas unilaterales sin que se pudiera constatar un peligro claro para las redes móviles o troncales de las operadoras de telecomunicaciones, y mucho menos para la seguridad nacional.

En 2018, el gobierno del entonces presidente Trump ejerció presiones cada vez más intensas sobre sus aliados para que prohibieran el uso de productos de Huawei, destacado fabricante chino de equipamiento de telecomunicaciones, en sus nuevas redes 5G. Empezó por Australia, sobre la base de vagos peligros, sin aportar detalles concretos sobre las presuntas vulneraciones de seguridad que pudieran haberse cometido contra los centenares de clientes del fabricante.

Malcolm Turnbull, ex primer ministro australiano, respaldó el veto a Huawei sin más justificación que este endeble razonamiento: “En un mundo incierto, esto es una salvaguarda contra la posibilidad de que personas con las que mantenemos relaciones amistosas dejen de ser amigas en el futuro”.

Guo Ping, por aquel entonces presidente de turno de Huawei, se limitó a afirmar lo obvio, a saber, que Estados Unidos no contaba con “ninguna prueba, nada”, que respaldara sus afirmaciones.

En realidad, Huawei superaba a las firmas estadounidenses en materia de seguridad, según reveló Edward Snowden, conocido por haber revelado malas prácticas de la CIA. Así, la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) estadounidense recurrió al pirateo de los servidores de Huawei, porque no había podido acceder a sus redes. En cambio, las filtraciones realizadas por Snowden ponen de manifiesto que la NSA accedió sin dificultad alguna a las redes de las operadoras estadounidenses, gracias a las exigencias legales de intercepción.

Desde entonces, Estados Unidos ha presionado a otros aliados, como Nueva Zelanda, Japón, Corea del Sur, Reino Unido y Países Bajos, para que respalden sus enérgicas medidas contra las empresas chinas, sin dar a estas la oportunidad de defenderse de las acusaciones.

La propuesta de prohibición de TikTok y la asignación de miles de millones a la financiación del reemplazo de equipamiento de Huawei y ZTE se suman a varias otras desafortunadas medidas de carácter proteccionista.

Durante los últimos tres años, el gobierno de Joe Biden, presidente de Estados Unidos, ha ampliado las restricciones, a fin de que las mismas afecten a todas las firmas chinas que pretenden importar o producir chips y equipamiento de carácter avanzado que Estados Unidos, por sus aplicaciones militares, considera una amenaza para la seguridad nacional.

La última serie de restricciones afecta también a los chips de memoria con gran anchura de banda, lo más candente dentro de la moda de la IA.

Si bien no cabe duda de que China representa una grave amenaza contra Taiwán, debido a su firme voluntad de reincorporar la isla a su territorio, el argumento de que los chips avanzados podrían tener uso militar resulta poco creíble, porque en la fabricación de equipamiento para las fuerzas armadas podría utilizarse cualquier otro componente.

Además, las continuas maniobras para restringir el acceso de China a los componentes mundiales y limitar el libre comercio podrían alejar a los dirigentes del país asiático de sus compromisos de apoyo a la coexistencia competitiva.

Y los argumentos de que las normas dictadas por el Partido Comunista Chino hacen que los campeones tecnológicos del país, esto es, Huawei, ZTE y SMIC, estén subordinados al gobierno de China, nos obligarían a plantearnos la siguiente pregunta: ¿Acaso AWS, Microsoft, Cisco y muchas otras firmas no tienen contratos por valor de miles de millones de dólares con el Departamento de Defensa de Estados Unidos, y por tanto están igualmente ligadas al gobierno del país?

En busca de la independencia

En el curso de su batalla por la supervivencia, Huawei ha desafiado todo tipo de sanciones, y sus teléfonos han recobrado posiciones con rapidez durante los últimos 15 meses.

Su cuota de ventas en China pasó del 11% en el segundo trimestre de 2023 al 18% en el tercero, con lo que se situó en segundo lugar después de Xiaomi.

TechInsights, servicio especializado en el mercado de semiconductores, señaló en 2023 que el smartphone Mate 60 Pro de Huawei era un indicio de que China estaba reduciendo la brecha tecnológica, si bien la empresa no ha realizado avances parecidos con la serie Mate 70. Según el medio citado, el chipset de este último modelo ofrece un “rendimiento decepcionante”.

No cabe duda de que la estrategia estadounidense tiene repercusiones.

Pero, por otra parte, China ya es capaz de fabricar máquinas de litografía ultravioleta profunda, y Shanghai Micro Electronics Equipment ha presentado una patente sobre equipamiento ultravioleta extremo, que, según el South China Morning Post, aún está en fase de revisión, pero comporta un avance.

Los medios locales también han informado de que ChangXin Memory Technologies ha iniciado la producción en masa de chips HBM de segunda generación dos años antes de lo previsto. Desde luego que los fabricantes de chips estadounidenses y surcoreanos pasarán pronto a la cuarta generación, pero China se está poniendo al día.

En general, los expertos del sector coinciden en que las restricciones estadounidenses han acelerado el proceso de reducción de la dependencia de China respecto a la importación de chips. Algunos de ellos calculan que dicho proceso podría haberse adelantado en cinco años, o quizá más.

Impacto mundial

No debemos olvidar que China acapara gran parte de las exportaciones de chips estadounidenses, que alcanzaron un valor de 9.600 millones de dólares (unos 9.100 millones de euros) durante los diez primeros meses de 2024, y el 46% de los ingresos de Qualcomm durante el año fiscal 2024, finalizado el 29 de setiembre.

Qualcomm, Nvidia e Intel se han visto perjudicadas en mayor o menor medida por las sanciones previas, que están afectando a empresas del sector de todo el mundo.

ASML, firma holandesa fabricante de equipamiento para la producción de chips, calcula que su facturación en China ha experimentado una caída interanual de casi el 50% en 2024, y prevé que el peso de dicho país en su negocio pase del 48% al 20%.

La ironía de todo el asunto es que la generación anterior ha visto casi siempre a Estados Unidos empeñado en la defensa sistemática de la liberalización del comercio y la oposición al proteccionismo.

En 2001, Estados Unidos concedió a China el estatus permanente de nación más favorecida, con el que otorgó un régimen de aranceles bajos a las empresas de este último país, lo que a su vez estimuló 20 años de auge económico.

Todo esto cambió hace casi ocho años con el entonces presidente Trump.

En la última conferencia ministerial de la OMC, celebrada en Abu Dabi a principios de 2024, el grupo no logró salir de un largo estancamiento que impide la aparición de nuevas iniciativas, obstaculizadas por las crecientes fricciones comerciales y el proteccionismo de las principales potencias.

Algunos expertos en política argumentan que las medidas se justifican por la falta de apertura de los mercados chinos, sobre todo en el sector servicios, como por ejemplo la banca.

Si bien este último sector, en teoría, está plenamente abierto a la competencia extranjera, los bancos no nacionales se enfrentan a numerosos obstáculos, como la falta de neutralidad competitiva y unas exigencias más estrictas por parte de los organismos reguladores, que les impiden captar más mercado.

Pero hay otras vías más apropiadas para airear las quejas, como por ejemplo la OMC, que en tales casos da a ambas partes la posibilidad de defender sus respectivas posiciones.

El gobierno de Estados Unidos inició el enfrentamiento y no es probable que alcance la victoria en breve.

Windsor se lamenta de que las medidas estadounidenses acelerarán el proceso de fragmentación que ya está en curso y promoverán la división del sector tecnológico en dos partes distintas e incompatibles. “La balcanización de la red mundial comportará, inevitablemente, un menor crecimiento a largo plazo para el sector tecnológico.”

Estados Unidos ha subestimado la determinación de China para innovar, su papel vital en las cadenas mundiales de aprovisionamiento y el efecto que las restricciones tienen en los costes.

Tal vez el avance chino hacia la autosuficiencia tecnológica se haya frenado, pero su visión a largo plazo está más clara que nunca, gracias en parte a la prepotencia de Estados Unidos.

Las opiniones editoriales expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de la GSMA, sus Miembros o Miembros Asociados.